La trata de personas ha estado presente en la historia de la humanidad, igual lo encontramos en la memoria bíblica: “los hermanos sacaron a José de la cisterna y lo vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto
(
Gen 37,28).

La humanidad, como colectivo planetario, ha tenido un proceso lento de comprensión de la dignidad de sí misma y del lugar que habita: la casa común. El dominio hegemónico de la economía de mercado – neoliberalismo – trae como consecuencia la destrucción de la biodiversidad y de sus territorios por parte, en la mayoría de los casos, de empresas extractivistas. Asimismo, la economía de mercado promueve las guerras que, a su vez, propician el comercio de armas. Todo esto, sumado a la pandemia del COVID-19, se transforma en una destrucción planetaria sin precedentes.

En el camino de la humanidad es importante resaltar el consenso de la ONU durante la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer” CEDAW (1979)[1]. A esta convención, la más ratifica en el mundo a excepción de EEUU, se le han sumado ampliaciones legislativas y conceptuales que la hace un documento actualizado en la defensa de los derechos humanos de la mujer.

Aquí un testimonio de estos crímenes

Continuando en este camino de la defensa de los DDHH fue hasta el año 2000 que la ONU, consensuó un documento directo contra la trata, con el “Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños”. En este documento el concepto definido fue:

Por “trata de personas” se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos” (Art 3. ONU).

En cuanto al situación de la “trata de personas” a nivel mundial, resalto algunos aspectos dramáticos presentados en informes oficiales:

La trata de personas en el mundo sigue afectando principalmente a mujeres y niñas con el 65 % de las víctimas identificadas […] La explotación sexual se mantiene como la principal finalidad de explotación en el mundo (50 % de los casos identificados), pero se registra un incremento en casos identificados con la finalidad de trabajo forzado[…] Los sectores en donde mayor ocurrencia de casos de trabajo forzado identificados son el trabajo doméstico, el sector de la construcción, los sectores de economías rurales como la agricultura, economías extractivas como la minería, el sector textil y los trabajos informales. Los principales factores de riesgo que son aprovechados por los tratantes en el mundo, de acuerdo con los casos analizados son las necesidades económicas, la condición migratoria irregular, antecedentes de conflictos familiares…”.[2]

En un informe del 2021 la situación de la “trata” es más grave para los menores, puesto que “Las niñas son explotadas principalmente con fines sexuales, mientras que los niños lo son para trabajos forzados. América Latina es una de las regiones con mayor cantidad de niñas y mujeres víctimas de la trata, que a veces también incluye mendicidad, matrimonios forzados, actividades delictivas y hasta extracción de órganos”.[3]

Resaltemos algunos aspectos de la “trata de personas” que ya señalan los informes oficiales. El primero es que la “trata” surge del mismo sistema de globalización construido por los grupos de poder neoliberales que convierten “todo” en mercancía, en objeto del capital, haciendo que la vida misma esté subordinada por el sistema de mercado, que produce enriquecimiento en pocos humanos.[4]

El segundo aspecto, es la cultura-mentalidad machista y el sistema patriarcal que permea las familias, instituciones y sociedades generando discriminación, violencia contra la mujer y las niñas. La explotación y comercio sexual de la mujer es generada por la demanda de los varones, que en su doble moral y machismo afectan la integridad de la mujer.

El tercero punto por resaltar es que si los responsables de la “trata” son grupos del crimen organizado y/o proxenetas, estos son dirigidos y manejados en su mayoría por hombres. Hay que tener en cuenta el aumento del femicidio y violencia hacia la mujer en los últimos años.[5]

Un cuarto aspecto que se debe resaltar es que los miles de migrantes irregulares que transitan en nuestros países tienen que huir de sus tierras por causa de la violencia ejercida por el sistema neoliberal y de mercado que genera desigualdad y violación a los DDHH. Cada migrante irregular se vuelve una “presa” fácil de la trata de personas ejecutada por los grupos criminales, y los proxenetas, esta situación tienen rostro de mujer[6]. También, hay que tener en cuenta que la trata es un secuestro y está relacionado con las desapariciones de personas.[7]

Te dejamos aquí nuestra reflexión de la jornada de oración realizada en febrero

A propósito de la Jornada de oración y reflexión contra la trata de personas

Un quinto aspecto es promover la abolición de la prostitución, el castigo a los proxenetas y el crimen organizado, que son las causas estructurales de la trata. Esto es la expresión del patriarcado social y religioso, sostenido por el machismo y la doble moral.

La Iglesia católica se está comprometiendo en el drama de la “trata”, tanto a nivel organizativo como en la transmisión de contenidos y denuncias. Se ha establecido la Red Clamor desde el 2017. La Iglesia promovió, “La octava Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, que se celebró el 8 de febrero de 2022, tuvo como tema «La fuerza del cuidado: mujeres, economía y la trata de personas».

Para los que somos discípulos y discípulas de Jesús, tenemos el llamado a ser bienaventurados que “tienen hambre y sed de justicia, que trabajan por la paz y los que están presente en las causas de los pobres…aun siendo perseguidos” (Mt. 5,1-12). Como Red Franciscana para Migrantes, seguimos comprometidos en ser “samaritanos” y “profetas” ante las injusticias y víctimas que produce este sistema globalizado de muerte.

Fr. René Flores, OFM. Salvadoreño, Fraile Franciscano, opción laical. Miembro de la provincia franciscana, “Nuestra Señora de Guadalupe”, de América Central, y fundación en Haití. Animador y responsable de JPIC-OFM en Panamá, Miembro de la RFM en Panamá, Experiencia en gestión y administración de centros educativos (19 años), animador y facilitador de equipos JPIC (16 años), Coordinador y facilitador de procesos formativos con agentes de pastoral (35 años).

Licenciado en teología. UCA. El Salvador.
Diplomado en administración educativa. URL. Guatemala
Maestría en investigación educativa. UCA. El Salvador
Diplomado en incidencia política en DDHH. UCA. El Salvador.
Estudios en la Escuela Superior de Franciscanismo, ESEF. Madrid. España.
Actualmente reside en La Pintada, Panamá.

Red Franciscana para Migrantes - Panamá